viernes, 5 de julio de 2013

Breve reseña por Ixca Farías


En su libro Pintores Jaliscienses (Publiaciones del Gobierno del Estado de Jalisco, 1969), Ixca Farías hace la siguiente reseña de nuestro pintor:

CASILLAS Y FERNÁNDEZ, JOSÉ INÉS

Nació en Tepatitlán, Jal., el 19 de marzo de 1914.  Sus padres, Serapio Casillas y Matilde Fernández.
Este joven es un talento natural y heredó las disposiciones artísticas de su padre que fue también pintor y escultor quien murió en mayo de 1937.
Como su situación es difícil por ser de la clase humilde, José Inés se vio en la necesidad de trabajar como cobrador en los camiones que corren de Guadalajara a Sn. Luis Potosí. A causa de las lluvias se suspendió este servicio y durante el mes de agosto lo pasó haciendo copias de cuadros en el Museo de Guadalajara, en donde demostró ser un buen copista pues los trabaja con suma habilidad y exactitud. Lo más notable es que no dibuja los cuadros pues directamente va al color y sin embargo de ello tiene una gran precisión y técnica pues en la copia que hizo reducida de la Batalla de Marengo de J. Charter 1908, siguió la misma técnica valiente de fuertes toques y grueso color; en cambio, en la copia que hizo, también reducida, del cuadro de Jesús el Nazareno de José Obregón fue sobado y “lambido” su color.

(Ixca Farías, Pintores Jaliscienses, pgs. 23-24)

miércoles, 3 de julio de 2013

José Inés Casillas F.; Homenaje 1989

El presente opúsculo fue editado con motivo de un homenaje al pintor en 1989. Consta de una breve reseña biográfica y de algunas imágenes del artista y sus allegados, junto con algunos cuadros presentados en la exposición. 







José Inés Casillas F.
Por Heriberto Alcalá Cortés.

Presentación
Sabedores de que un pueblo sabio y culto es un pueblo justo y libre, el H. Ayuntamiento 1989-1992 de Tepatitlán de Morelos, Jal., legítimo intérprete del sentir de los tepatitlenses; y en ocasión de la celebración de los tradicionales festejos abrileños, que hermanan sobremanera; orgullosamente brinda justo y merecido homenaje al genial artista D. José Inés Casillas Fernández, uno de los mejores pinceles de nuestro Terrón Colorado.
Al hacerlo no nos mueve el insano afán de lucro, sino única y exclusivamente el noble y legítimo anhelo de divulgar la cultura producida y usufructuada por nuestro pueblo, en la obra de uno de sus más preclaros hijos por ser ésta -la cultura- uno de los deberes y quehaceres esenciales de todo ayuntamiento bien constituido.
Este humilde opúsculo y otros que tal vez pudieran aparecer posteriormente, tendrán por objeto, presentar a nuestros paisanos las realizaciones culturales de algunos de nuestros coterráneos más representativos y connotados.
Presentamos, pues, este testimonio pictórico que honrra, no sólo a D. José Inés Casillas Fernández y a su digna familia, sino a los tepatitlenses todos y aún a los jaliscienses, que ven en la obra del alteño, la herencia cultural que nos prestigia.
Tepatitlán de Morelos, Jal. Abril de 1989

***

Cuando la pequeña y apacible villa de Tepatitlán, en el Estado de Jalisco, estaba a punto de engalanarse con el gran rango de ciudad y de agregar a su toponimia náhuatl el apellido del insigne Siervo de la Nación, llegó procedente de su natal Cerrito Colorado, de la misma municipalidad tepatitlense, el que había de convertirse en genial pintor y magnífico escultor, D. Serapio Casillas González, quien en plena contienda maderista, contrajo matrimonio con la virtuosa señorita Dña. Matilde Fernández Martín del Campo, que como él, eran distinguidos por sendos apellidos de profunda raigambre alteña.
Y así, entre el duro trajinar revolucionario, de constantes sobresaltos, la casa de los Casillas-Fernández vio premiados por la Providencia, su ternura y comprensión conyugales con el advenimiento de una vigorosa y vivaracha criatura que, al recibir las Aguas Lustrales, le dieron el nombre de María Guadalupe y que poco tiempo después se vio acompañada por un hermanito al que llamaron José Luis.
Era la época en que la placidez de nuestra pequeña Perla de Los Altos era interrumpida por el continuo corretear de los caballos, la algarabía y las arengas revolucionarias a favor o en contra de los diversos caudillos sediciosos al gobierno porfirista. Y en el hogar de D. Serapio y de Dña. Matilde, muy cercano al santuario que los tepatitlenses dedicaron a la Madre de los Mexicanos, en la casa marcada con el número 5 de la calle Tepeyac, Dios les dio su tercer hijo, José Inés, nuestro biografiado, la tibia mañana del 29 de marzo de 1914.
Cinco hijos más: J. Guadalupe, Imelda, Ricardo, María del Carmen, María Concepción, serían confiados por el Creador a los Casillas-Fernández, para su manutención, su cuidado, su educación y su formación integrales.

José Inés tuvo así, en la persona de su señor padre, a su mejor amigo y a su primer maestro en la que sería su pródiga y fecunda actividad artística.
La infancia de José Inés fue como la de cualquier niño de cuidad pequeña, su casa, su barrio, su escuela y sus múltiples y variados lugares de juego llenaban todo su ser, “mi casa –recuerda– tenía una enorme parra llena de grandes y apetitosos racimos de uvas”…
Él y sus amiguitos, resortera en mano y las bolsas del pantalón henchidas de piedrecillas, divertíanse cazando los indefensos pajarillos, los taimados lagartijos u otros animalillos de la abundante fauna alteña u “observando, por largas horas, a la mulita que, gira que gira, sacaba el agua de la noria, en la huerta de la cual era encargado mi abuelito”.

Asistió a la escuela que se localizaba en la casa del “Portal mocho”, actual esquina ocupada por el restaurant La Oficina, así como a otra situada frente al templo dedicado a San Antonio; la primera, al cuidado de la señorita María Imelda y la segunda, a cargo de la maestra Dña. María de Jesús Graciano.
Fueron sus amigos y compañeros de andanzas D. Luis Martín del Campo, sobrino de su patrón y, posteriormente, padre de Alfonso (de los mismos apellidos) y que en varias ocasiones cargó en sus brazos; además D. Esmaragdo Guzmán, los vástagos de D. Joaquín Rivera y los de D. Amado Venegas.
Apenas rebasaba la infancia laboró en el Relámpago, tienda mixta de D. Flavio Martín del Campo, como empleado de mostrador y a la vez como colaborador. Como empleado de mostrador “con una dificultad –al decir de los amigos– sobresalía tras la grande mesa de la tienda”; mientras que como colaborador se encargaba de hacer efectivos los abundantes “vales” con los cuales pagaban sus compras los cabecillas que ocupaban la ciudad.

Entre sus andanzas de cobrador estuvo presente, acompañando a nutrida concurrencia, en las orillas de la ciudad, llevando en la vanguardia a la banda de música, para recibir al general Jesús Miguel Z. Martínez, alto de estatura, de cara larga y enérgica y que infundía “respeto” a todos. Al Corl. D. José Lacarra, en mal momento, ya que al buscar hacer efectivo uno de los “vales”, éste se encontraba ebrio y, pistola en mano le quiso pagar con bravuconadas y amenazas.
Dicho miliciano tenía su residencia en la casa de D. J. Jesús Vallejo. Vio también curioso y asombroso a la vez a D. Quirino Navarro, Presidente Municipal en turno, cerrar las puertas del templo parroquial ante la protesta general de los tepatitlanenses que habían arrimado piedras, cal, chile molido y otros objetos con la intención de evitarlo.

Al ser creada la empresa autotransportista Tepatitlense Camiones de Los Altos, él fue uno de los primeros cobradores, ofreciéndole casi tres años de su vida… A dicha sociedad cooperativa, laborando en los autobuses números uno y dos… de nuestra ciudad a la Perla de Occidente la cantidad de 50 centavos, efectuando el viaje en tres o cuatro horas, ya que, saliendo de Guadalajara a las 5:00 horas y, después de pasar por Tateposco, la Hacienda de Arroyo de inmedio, la Punta, la Casa Fuerte, Puente Grande y La Laja, se llegaba a Zapotlanejo a tomar algún alimento, para proseguir después a rancho alegre y puente de Calderón en donde, para poder ascender la inclinada cuesta para alcanzar la Joya Vieja, hacían trabajar a los pasajeros del vehículo: proseguir hacia Piedra Amarilla, Paredones y finalmente, entre 8:00 y 8:30 horas, a nuestra chapeteada Perla Alteña.

Pero además de esta ruta, cien por ciento brecha transitable solo durante el temporal de “secas”, José Inés presentaba sus servicios en el derrotero de San Juan de los Lagos y en el de Lagos de Moreno, aprovechando de vez en vez la ausencia de usuarios para apearse del vehículo y disfrutar, paleta, pincel y lienzo en mano, de la hermosura de los variados y multicolores paisajes del altiplano alteño, que hábilmente plasmada embelesado. En San Juan pintó para D. Nicandro de Alba una hermosa Madona con el niño Jesús en los brazos, copiada de un cuadro de Murillo.

Y como su pasión era pintar, dejó su actividad de autotransportista pionero, cuando el infatigable artista Juan (Ixca) Farías, director del Museo Regional del Estado de Jalisco, reconociendo su talento, le ofreció la plaza de restaurador de pinturas del museo así como la de maestro de pintura en la Escuela de Bellas Artes, dentro del propio museo primero, después cerca del Rincón de Diablo y finalmente en la calle de Belén, sitio en que se encuentra aun actualmente.
En el museo del Estado cultivó la amistad del pintor-restaurador D. Rubén Mora Gálvez, así como la del intelectual fraile franciscano D. Luis del Refugio Palacios, incansable amigo de las bellas artes. También conoció de cerca a la pléyade de contertulios del director del museo D. Ixca Farías, entre los que destacaban los licenciados D. José Parres Arias, rector de la universidad de Guadalajara; D. Francisco Rodríguez Gómez, director de Educación Pública; J. Guadalupe Zuno Hernández, ex-gobernador del Estado…

De la amplia gama de colores que brotaban de su “paleta”, hizo de los tonos ocres y de los verdes oscuros sus tonos favoritos ya que producían fantasías sombrías y tenebrosas que siempre le apasionaron.
Inició su vastísima obra, más de 300 óleos, copiando estampas, realizando miniaturas, que fueron su pasión de por vida, una cena que, al ser rifada en su natal Tepatitlán, la ganó un hijo de D. Gabriel Padilla, así como dos cuadros que fueron a adornar los muros de la residencia de D. Francisco Barba.
En su tierra natal José Inés realizó gran cantidad de retratos de personajes prominentes, destacando los de S. S. Pío III, Pontífice Romano que creó la Diócesis Compostelana, más tarde convertida en la Diócesis de Guadalajara y por ende, la jurisdicción episcopal a la cual pertenecía nuestra Tepatitlán de Morelos; el de S. S. Pío IX, Obispo de Roma que canonizó al protomártir mexicano Felipe de Jesús y que proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción; el del excelentísimo Dr. D. Santiago de León y Garabito, creador de la Parroquia de San Francisco de Tecpatitlán; del primer cardenal mexicano Emmo. Dr. D. José Garibi y Rivera y de los R.R.P.P.D. Ignacio Plascencia y Moreira, D. Gabino de Alba y D. J. Jesús Reynoso, dignos párrocos de Tepatitlán.

También realizó los retratos de los señores presidentes de la empresa Camiones de Los Altos, D. José Alcalá, D. Luis Martín del Campo, D. J. Jesús Vallejo, D. Alberto Navarro, D. Doroteo Navarro y D. J. Jesús Alcalá; el del “Gringo Navarro” y varias miniaturas para D. Gabriel Padilla.
En la capital del Estado, para el Museo Regional Estatal, restauró gran parte de la famosa pinacoteca, así como infinidad de copias para varios ilustres tapatíos, destacando sobremanera, La Batalla de Marengo, óleo de un metro por ochenta centímetros, que reprodujo para la colección particular del Lic. García Barragán. El expolio de El Greco, para el Dr. Sendis.
También imitó magistralmente para el mismo museo, obras de los europeos D. Francisco de Goya y Lucientes, Van Rijn, Rembrandt, D. Leonardo de Vinci, D. Rafael Sancio, D. Diego de Velázquez y D. Bartolomé esteban Murillo, a los que incluso imitó la dirección dada al pincel para lograr óptimos trazos y del paisajista mexicano D. José María Estrada; sin contar una vasta cantidad de obras anónimas.
Igualmente en la Perla Tapatía, pero para coleccionistas particulares, realizó para D. Leopoldo Orendain, diversas reproducciones de obras pertenecientes al museo, además del retrato de su señora esposa. Para D. Fernando Salmón, el retrato de su hija en el día de su primer encuentro con Jesús en la Eucaristía. Para el Lic. García Barragán, además de la Batalla de Marengo, el Retiro de las Tropas Napoleónicas de Moscú y todo lo existente sobre el inmortal militar corso que estuvo a su alcance.

Para el Sr. Senador sanmiguelense D. Miguel Moreno, el retrato de su señora esposa, además de varias obras.  Al general de Alba, una obra que le fue saldada inservible y anticuada arma de fuego. Al hijo de D. Leopoldo Martín del Campo “Paviche”, a quién pintó montado en un hermoso corcel.
En su colección particular guarda, con verdadero celo, un Autorretrato, así como retratos de su señora esposa Dña. Ana María Navarro; de sus hijos: Salvador, María Inés, Silvia y Anita, varios bodegones y un número incontable de polícromos biombos.
Varias de sus exposiciones tuvieron como escenario los frescos y amplios corredores del conventual y vetusto Museo del Estado, así como las bien acondicionadas salas de exposiciones de la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara; pero la que mayor número de satisfacciones le brindó fue la que, auspiciada por el Lic. D. J. Jesús González Gallo, se instaló en el bellísimo Palacio de las Bellas Artes de la ciudad de los palacios en 1944, como muestra de la abundante diversidad de aportaciones culturales y artísticas que nuestro estado brinda a la patria.  Estuvo integrada por los compositores musicales D. Gonzalo  Curiel, autor de inumerables hermosas melodías, pero en especial de la inolvidable Vereda Tropical y de D. Pepe Guízar, bien llamado El Pintor Musical de México por su incontable número de “acuarelas musicales”,  entre las que destacan: Guadalajara, Chapala, Pregones de México, etc.; de los intérpretes Dña. Lucha Reyes (Luz Flores Aceves), llamada la reina de la Canción Mexicana; las zapotienses Paz y Esperanza Aguila, las incomparables hermanas Águila y Tito Guízar, primer embajador musical de nuestra patria. Del escultor D. León Muñoz y los pintores: D. José Clemente Orozco, autor de valiosísimos murales en la Perla Tapatía y en infinidad de ciudades de los cinco continentes; D. Gerardo Murillo, más conocido como Dr. Atl, con enorme aportación en pinturas con temas ortográficos del paisaje mexicano; Dr. Roberto Montenegro, decorador que fue de los despachos de la Secretaría de Educación Pública, las salas de la Biblioteca Hispano americana, la sala de la Escuela Nacional de Maestros, todas en la capital del país; D. Jorge González Camarena, tapatío autor de La Vida, en el edificio Guardiola; La Vida y la Industria, en la Cervecería Modelo; México, en el vestíbulo del Instituto Mexicano del Seguro Social; Las Razas, en el Museo Nacional de Antropología; Integración de América Latina (300 metros cuadrados) en la Universidad de Concepción, en la austral República de Chile y muchas más; D. Raúl Anguiano, tapatío que realizó varias exposiciones en París, San Francisco, Ca., La Habana, Moscú, Leningrado, Roma, Venecia, Puerto Alegre, Brasil, Nueva York, etc.; la de la alteña, de San Juan de los Lagos, Jal. Dña. María Izquierdo, que expuso en Nueva York, Buffalo, Hollywood, San Francisco, Ca., Santiago de Chile, Guatemala, Panamá, Brasil, Lima, La Paz, Bolivia, Rio de Janeiro, Bombay, París y Tokio; el tonilense D. J. Jesús Guerrero Galván, discípulo académico francés D. Francois Burguerau, autor de La Esmeralda, Los Juegos de Niños, mural en la Escuela Portales, de la Comisión Federal de Electricidad; La Danza de los Vendados, en el Museo de Arte Moderno; el Génesis del Popol Vuh, en una casa particular de Cuernavaca, Mor., y otras más y el tapatío D. Rubén Mora Gálvez, restaurador del Museo del Estado.

Con la señora Dña. Ana María Navarro ha integrado una hermosa familia, integrada por once hijos y catorce nietecitos. Los primeros: Miguel Ángel, el primogénito, casado con la alteña yahualiscense María de Jesús Placencia, son padres de: Miguel Ángel, Ma. de Jesús, Ana Guadalupe, Benjamín Nereida, Israel y Zaira; María Inés, casada con D. Alfredo Naranjo Padilla, son padres de Fabiola; Gamaliel, que permanece soltero y que heredó los pinceles de su padre y los estiletes, cinceles, gurbias, buriles y otras herramientas de su abuelo D. Serapio, que ha cursado artes plásticas en la ciudad de México y en la brumosa Londres, Inglaterra; Ana María Imelda, está soltera y es la alegría del hogar paterno; Salvador, casado con Anita Arias Macías, sin hijos aún; Joel, que colabora en el taller con su padre; Margarita, casada con el Ing. D. Salvador Escobedo Martínez, que le han obsequiado a José Inés, a Salvador Daniel, Alejandra y Araceli como nietos.
Silvia, casó con D. Jaime Eugenio García Alvarez y han procreado procreado a Octavio; Joel, que permanece soltero, así también como su hermana Yolanda, que médico oftalmóloga; Jorge, casado con María de la Luz; y Enrique, el benjamín, con Leticia de Jesús Zaragoza (*), que han aumentado la cantidad de nietos con Ana Monserrat y Sandra Elisa.
La casa de los Casillas-Navarro ha tenido de todo, alegrías y sinsabores, momentos de gozo y al igual, ratos de tristeza que, más que desunirlos, han fortalecido su compromiso contraído el día su unión matrimonial.

(*) El autor se equivoca, el nombre correcto es Leticia Zaragoza.

Bibliografía.
Alcalá Cortés, Heriberto.- Entrevista personal al Sr. D. José Inés Casillas Frenández.
Marco Histórico de la Parroquia de San Francisco de Tecpatitlán, Guadalajara, Jal. 1983.
Alvarez, José Rogelio.- Enciclopedia de México. México, D. F. 1978.
Casillas, José Alberto.- Bosquejo Histórico y Personajes de Tepatilán, Guadalajara, Jal. 1977.